La adaptación hedónica es la tendencia que tenemos a regresar a un nivel base de felicidad después de que algún evento nos haya hecho más felices o tristes a corto plazo. Un ejemplo clásico de esta tendencia es un estudio¹ sobre personas que ganaron la lotería y personas que quedaron paralizadas después de tener un accidente. A corto plazo, predeciblemente, los ganadores de la lotería se sintieron mejor. Sin embargo, después de un año no había ninguna diferencia grande entre los niveles de felicidad de ambos grupos: todos se habían adaptado a las nuevas condiciones y vuelto a su nivel base de felicidad.
En este post voy a aplicar la adaptación hedónica a nuestra relación con los lujos, y argumentar que limitar conscientemente los lujos que tenemos nos puede hacer más libres y felices. Para mantener todo simple, voy a definir como lujos todas las cosas que tenemos y hacemos que no sean necesidades básicas.
Históricamente podemos ver que a medida que nos acostumbramos a un lujo, comenzamos a verlo como una necesidad. Al comienzo, la electricidad era considerada un lujo enorme, mientras que hoy es vista por todos como una necesidad. Hace 10 años, tener un Smartphone era un lujo, y hoy se siente como una necesidad. Los lujos de ayer son las necesidades de hoy.
Entonces, nuestra definición de “lujo” se va achicando con el tiempo, y esto es algo positivo, porque significa que más personas tienen una calidad de vida alta. En este post no voy a hablar sobre este cambio a nivel de sociedad de la percepción de lujos y necesidades, sino solo sobre cómo lidio a nivel personal con la adaptación hedónica para ser lo más feliz posible.
El principal problema de no controlar conscientemente la adaptación hedónica a nivel personal es que nuestro estilo de vida se vuelve cada vez más caro. Si cada día percibimos a más lujos como necesidades, nos sentimos obligados a ganar suficiente dinero para costearnos esos objetos o hábitos. Por ejemplo, si me acostumbro a ir a restaurantes y viajar todo el tiempo, puede que me sienta mal si por problemas económicos o por una pandemia no puedo viajar ni ir a restaurantes.
Entonces, tener hábitos caros se siente bien a corto plazo, pero aumenta el riesgo de llegar al punto en el que no nos podemos costear esos hábitos. Una vez alcanzado ese punto, puede que estemos dispuestos a asumir deudas y tener estrés por el dinero, con tal de no perder los objetos y los hábitos que ahora se sienten necesarios para vivir. Por ejemplo, la primera vez que tuve un celular con datos, se sintió como un lujo enorme. Hoy en día, siento la necesidad de tener buena conexión todo el tiempo y en todas partes, y pago por un plan de datos todos los meses. Además, si mi internet está lento por un momento, me siento estresado: me he adaptado al lujo de tener buen internet siempre.
La manera en la que intento contrarrestar la adaptación hedónica es definiendo y escogiendo los lujos que quiero tener, y tomando pausas de algunos lujos, para recordar que no son una necesidad. Por ejemplo, tengo la misma cantidad de datos mensuales desde hace años (1GB), para no acostumbrarme y volverme dependiente de tener cada vez más datos.
Otro ejemplo es que una vez dormí por un mes en el piso, y aunque no fue muy incómodo ni causó problemas, me ayudó a apreciar más el dormir en una cama. Desde entonces, las veces que he tenido que dormir en el piso, sea en la casa de un amigo o cuando estoy de campamento, no he sentido que he perdido algo necesario.
Mi punto no es que no deberíamos tener ningún lujo, sino que nos conviene estar conscientes de los lujos que tenemos y de que podríamos sobrevivir sin ellos, para así ser más libres. Estoy convencido de que si no tenemos que dormir en una cama cómoda, ni tener internet todo el tiempo, eso nos permite no tomar esos lujos por sentado y apreciarlos más. Si lográramos vivir con las expectativas de alguien que vivió hace 200 años, el mundo estaría repleto de lujos: podemos escuchar cualquier canción del mundo inmediatamente, dormir en una cama cómoda todos los días, comunicarnos instantáneamente con todas las personas que conocemos, tomar cuantas fotos queramos, ver cualquier película y leer todos los libros alguna vez publicados. ¡Qué lujos!
¹ Brickman, Philip & Coates, Dan & Janoff-Bulman, Ronnie. (1978). Lottery Winners and Accident Victims: Is Happiness Relative?. Journal of personality and social psychology. 36. 917-27. 10.1037/0022-3514.36.8.917.